Si había algo que me hacía feliz era escribir en este blog. No recuerdo el motivo por el cual dejé de hacerlo, así por así. Es probable que Facebook me haya engatusado con alguna promesa y, aunque no soy muy fan de Twitter, a veces paso mi tiempo allí. Aunque ninguno de los dos me da los LOLs que me merezco. En fin, los extrañé.
En estos momentos debería estar haciendo una nota para el fin de semana. Así es, sigo en el mismo lugar de trabajo. Algunos se han ido, otros se han cambiado, unos cuantos digievolucionaron (la RAE debería aceptar, pero es ya, esta palabra). Mientras que hay ciertos especímenes que han llegado para sacar lo peor de mí. Sobre estos últimos, ayer tuve una reunión con uno de ellos y fue la más WTF ever.
«ASUMO MI RESPONSABILIDAD», dijo. Acto seguido empezó a lanzar sus escupitajos señalando culpables: «YO NO LO PUEDO HACER TODO ALONE».
Yo no sabía si clavarle una estaca, dispararme o acabar con el sufrimiento de mis compañeros también. Después por mi mente pasaron imágenes de una película que se llama: «Arrástrame al infierno» y me acordé de la bruja que se pasó vomitando encima de la protagonista. Entonces el episodio que estaba viviendo no me parecía tan malo y empecé a sonreir. También pensé que en algún momento alguien haría derramar sangre, pero nos interrumpieron, para botarnos de la sala.
Durante esos largos 20 ó 30 minutos que pasé escuchando lamentos, golpes de pecho, etc, me puse a pensar que la sala de reuniones del segundo piso era mejor que la del primer piso donde yo me encuentro. Talvez la gente del segundo piso es mucho más cool que la del primero. Hay una leyenda urbana que aún no me he dignado en comprobar, de que hay un pequeño bar arriba y que una señora vende sánduches exquisitos allí.
Es probable que los baños del segundo piso también sean mejores y justifiquen que alguien se encierre en ellos a conversar, aunque jamás le he encontrado el feeling a ello. Tengo dos compañeras que siempre lo hacen y he llegado a verlas tomándose fotos con el celular frente al espejo. Ojalá nunca llegue el día en que las vea haciendo duck face.
Mientras escribo estas líneas estoy en casa, pues cambié el horario con un compañero. O sea que hoy entro en la tarde y salgo como a las 22:30. A esta hora mi mamá trata de que María Paula atienda la clase de conjuntos. En un triángulo le ha encerrado cinco pelotas y en otro seis. ¿Cuál es mayor? Mi sobrina responde: Una hormiga. Una hormiga que justo pasaba por la hoja. Después de varias distracciones responde bien.
En estos momentos no estoy muy inspirada, pues me ruge la lonely one (léase la solitaria), es decir que no he comido la zanahoria de la tarde. Así que Auf Wiedersehen (Hasta pronto, gente de lo last).
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